REENCANTAR EL AGUA

2023 / Taller / Intervención

Esta propuesta de acción-intervención tiene como objeto la construcción colectiva de un estanque y una plantación anexa. La construcción del estanque se llevó a cabo recurriendo al entorno cercano al Konvent y haciendo uso de materiales reutilizados y de proximidad.

En el contexto actual de crisis climática y precariedad sistémica es pertinente repensar la relación que entablamos con el entorno y con nuestras propias prácticas sociales. Por ello, esta propuesta quiere incidir transversalmente en la subjetivación comunitaria tanto en relación a las personas como a otras formas de existencia.

El objetivo de la intervención es explorar el carácter liminal del estanque, como zona de intersección entre diversas comunidades y prácticas, que se presentan tanto en su diseño como en su utilización, pasando por los procesos performativos de su construcción y cuidado.

Así, con el estanque se busca generar un dispositivo que sirva tanto para explorar la relación con el entorno como para la articulación de una comunidad alrededor de la gestión y el cuidado del agua. A base de establecer un haz de relaciones de interdependencia con el estanque, la plantación y la red de agentes que intervienen y se benefician de él en tanto que ecosistema.



REENCANTAR EL AGUA se llevó a cabo en el marco de la residencia “Paisatges en temps d’emergència”, convocada por Konvent, que tuvo lugar del 16 al 22 de octubre de 2023.

Durante este breve periodo, el proyecto consistió en recoger la narración de un río, y de explorar cómo su presencia articula una comunidad; para después llevar a cabo una intervención paisajística en la que resuenen esas polifonías que únicamente son posibles gracias a la presencia del agua.

El paisaje.

Solo con oír su sonido, Jaume sabía que ese río estaba loco. ¿Cómo no va a estarlo? Hace tanto tiempo que lo torturan que ya no sabe ni quién es. ¿Cómo es el delta del Llobregat? Yo creo que es un aeropuerto, respondió Pep.
El río es la sustancia del paisaje de Cal Rosal. Las primeras fábricas en torno a las que se conformó el pueblo se construyeron junto al curso del río Llobregat. Y en torno a las fábricas aparecieron las viviendas, la escuela, el convento… Lo cual, pese a la explotación industrial y modificación radical a lo largo de todo su curso, todavía nos brinda una frágil imagen del río como creador de comunidad.

El río hace del lugar un punto de encuentro, posibilitando interrelaciones entre diferentes ecologías y comunidades, y generando diferentes espacios en los que esa convergencia se vuelve coexistencia; y lo vegetal, lo animal, lo fúngico o lo humano se conectan en esos umbrales gracias a la presencia del agua.




Tiempo de emergencia.

La actual crisis climática que nos amenaza con la pérdida de diversidad y la creciente desertificación del territorio a consecuencia de la acción humana, reclama drásticamente otras formas de afecto con nuestro entorno.

De la misma forma, la crisis económica, política y social que impregna la actualidad, ha incrementado las desigualdades y ha precarizado la existencia, reclama formas de organizarse alternativas a las narrativas neoliberales del rendimiento y la competencia por la subsistencia.

Los cuerpos de agua tienen una importancia especial en la protección e incremento de la biodiversidad, ya que permiten a la fauna silvestre más vulnerable acceder a un lugar para beber, además de poder generar el hábitat de especies acuáticas que favorecen a su vez la presencia de vida silvestre y enriquecerán el ecosistema. Aves, anfibios, insectos y microorganismos de todo tipo recurren al agua para hidratarse o reproducirse, haciendo de ese espacio un “ecotono”, es decir, un punto de encuentro ecológico entre diferentes comunidades.
En nuestra situación de vulnerabilidad ecológica, se vuelve crucial redibujar la relación que establecemos con nuestro entorno potenciando estas mismas interrelaciones, como un acto ecológico de cuidado desde el que incorporar formas de abrazar lo que nos rodea por fuera del marco antropocéntrico y las dicotomías que establece en relación a otras formas de existencia.

En el caso de esta intervención, tanto el estanque como la plantación anexa están pensados para sostener y proteger la biodiversidad. El estanque, además, juega un papel fundamental en la gestión sostenible del agua, ayudando a controlar la temperatura ambiente y participando en el ciclo del agua al activar la evaporación.

Apelar a la acción comunitaria a través del cuidado del entorno resulta pertinente en la búsqueda de formas de restablecer las interdependencias con lo que nos rodea. Así, la construcción del estanque puede tomarse como un recurso práctico para abordar situada y subjetivamente las violencias de nuestro presente.

De esta manera el proceso de construcción colaborativa del estanque a través del taller promueve la articulación encarnada de una red de apoyo que desdibuje las individualidades y las redes establecidas de competencia y rendimiento, de forma que la propia construcción se convierte en el espacio de encuentro y experimentación con el saber comunitario.





La construcción y cuidado del estanque como estrategias performativas.

El jardín es todo una sistema de representación. Históricamente en la cultura de la modernidad, se ha prolongado sobre la jardinería el marco de pensamiento aristocrático. El jardín, en primer lugar, supone una ocupación del territorio dedicada al disfrute y a la ornamentación, al desplazar hacia el contexto rural las especies que componían las huertas, para cultivar otras especies a las que se provee arbitrariamente de una determinada agencia estética, argumentando así desde el jardín toda una noción de belleza paisajística que perdura hasta nuestra contemporaneidad.

Igualmente, el jardín ha sido históricamente un lugar de notable violencia simbólica, al ser un lugar asociado al control, dominio y ordenación del mundo. El jardín se convirtió en el espacio predilecto durante la expansión colonial para coleccionar y exhibir el mundo a través de especies exotizadas como signo de extensión imperial.

Más cerca de la actualidad, se ha proyectado sobre las plantaciones un darwinismo social que apela la competencia por la subsistencia, afirmándose que las especies compiten y así atribuir a las dinámicas productivistas de competencia y rendimiento una suerte de “moral natural” que se asienta sobre la una imagen de verdad y belleza inherente a la naturaleza.

Esta imagen del paisaje y a la naturaleza que impregna el sentido común, a menudo obtura la posibilidad de replantearse o intervenir en “lo natural”. Por ello, se vuelve pertinente repensar este sistema de representación romántico con narrativas que desdibujen los límites de “la naturaleza” y el marco antropocéntrico que lo define.

Por ello, resulta vital abrazar otras ideas de lo paisajístico que tengan en cuenta las complejidades ecosociales que definen nuestro presente, y se planteen asentar otros relatos que activen dinámicas de cuidado y afecto.
Si tomamos como referencia un ecosistema autónomo como una pradera o un baldío podemos ver toda una polifonía de agencias e interrelaciones beneficiosas para la existencia del conjunto.

Estas formas de asociación y simbiosis se están promoviendo en un sentido práctico desde enfoques como los de la permacultura o la agricultura regenerativa, que promueven estrategias basadas en acentuar la confluencia, la autonomía y la resiliencia de comunidades y ecosistemas, y no la prevalencia exclusiva de una única especie.

Teniendo en cuenta que el impacto humano sobre el entrono es inevitable, irrevocable e incluso entendible también como parte de la naturaleza, es pertinente hacerse cargo ese impacto para promover otro tipo de relaciones con el entorno.

Por ello, la acción paisajística de esta intervención-estanque promueve acentuar los márgenes como lugares de explosión de diversidad y coexistencia, con la idea fundamental de explorar ese tipo de intersecciones en un sentido sensorial profundo, a través de una práctica que permita performatizar la conexión simbiótica de comunidad y cuidado que se tejen alrededor del estanque y la plantación.

Así, desde la experiencia encarnada, la construcción del estanque supera su función física para convertirse en una acción de construcción de comunidad y saber compartido en el que la función humana no persigue la dominación de la materia, sino la comunión de una forma autocrítica.

El bioma resulta una polifonía de existencias que habitan este espacio para la experimentación en una relación interdependiente con el cuidado del lugar. Un cuidado que se basa en atender la presencia del agua.